La idea de fondo es dejar a la tecnología los aspectos administrativos, quizás repetitivos del trabajo humano. En el camino, se llevó por delante las comunicaciones, pero no por una razón de comodidad, sino por una razón de poder.
La información, producto de la tecnología, provocó una orientación hacia la extracción de datos más que al confort del ciudadano, pero para poder realizar la actividad con el deseo del consumidor impreso, es decir, no sólo con su consentimiento, sino mediante su solicitud, se hizo necesario conocer muy bien qué cosas podría atraer al consumidor.
Esa es la magia de los idearon sistemas de conexión entre personas, las redes sociales como Facebook o Twitter, son un concepto aplicado a tal fin: la obtención del poder.
Sin dejar de lado la mayor de las ideas para acopiar poder: Google, cuyo funcionamiento es la aplicación perfecta del principio básico de la adquisición del poder: tener la lucidez de interpretar las necesidades que le tocó en tiempo vivir, implementarla mejor que otros, convencer a la humanidad que les hace un favor, lograr que la humanidad lo solicite.
De nada sirve reflexionar sobre el hecho y conocer sus consecuencias, la tendencia es conectarse.
Conectarse a toda costa significa además, que esa conexión se produzca entre los dispositivos que usamos para ello, celulares, tablet, computadoras, por ahora, le siguen los electrodomésticos, dispositivos que ahora liberan nuestro tiempo de atención para tomar decisiones por nosotros, así nosotros tenemos más tiempo, necesitamos desocuparnos para ocuparnos de las redes sociales y otras actividades que necesitan las empresas que nos venden los electrodomésticos para convencernos que los necesitamos para estar desocupados.
El verdadero objetivo, es el poder. El poder, que seguido de opcionales disruptivos como la palabra “adquisitivo”, trata de la idea de trasponer los niveles de tecnología de nuestra generación, de estar al tanto, de pertenecer al mercado de la tecnología en vez de que la tecnología nos pertenezca.
Ahí donde hay un interés, donde se concentran intereses económicos, el desarrollo de nuevos productos comprende segmentos cada vez más amplios y cotas etáreas que provocan, a su vez, sesgos y relanzamiento de nuevos productos.
Los nativos digitales, los que nacieron con esta tecnología, están procesando su formación en un paso adelante del futuro, los que, de cierta edad no nacieron con ella, tratan de acondicionarse a los movimientos vertiginosos de las tendencia, bajo la idea, implantada por el poder, que lo obsoleto es descartable automáticamente y que por consiguiente, las personas por consiguiente no es que caen en riesgo mortal, sino que son un escollo para el siguiente paso de la humanidad: la tecnologización de todo, incluso de las ideas.
Cuando los no nativos tecnológicos están en el momento de descansar, la improductividad ha perdido su objetivo, se ha transformado, desde ser un motor de motivación, quizás de inspiración artística, a un proceso necesario para desarrollar creatividad, o simplemente disfrutar del respiro, en una opción inviable, no sólo para sí mismos, económicamente, sino para el país; la improductividad no es un bien merecido, es una opción con mala prensa, y por lo tanto hay que generar lo que sea para parecer productivo.
Pero las prácticas en la era de la tecnología, ser productivo significa entrar en el circuito de conectarse.
Hasta la más mínima actividad requiere que al menos se tenga un mail para combinar, para enterarse, para participar.
El uso del mail es más importante que el documento único, sin él se está fuera de la conexión, fuera del sistema, y se está en una espacie permanente de falla temporal en donde las cosas ocurren a destiempo, y no se pertenece al mundo que gira, sino al limbo de los que flotan en la nebulosa del pasado arcaico.
Más conectados, pero interesantes, para que nuestra conexión aporte a un único propósito: el poder.
Se ha dicho, se ha escrito, y de repente la verbalización decanta en una lógica conclusión: acabamos descubrir el sentido de nuestro propio objetivo, y si no sabíamos para qué o por qué existimos, hay alguien que lo sabe, y no es precisamente para ser útiles a nosotros mismos.
La próxima estación de la tecnología: conseguir más poder, ya está en marcha la conexión necesaria para ello.