La hipálage
Figuras retóricas literarias
Literatura latinoamericana, relatos, ensayos literarios

Debo mi primer contacto con El Hacedor de Borges el conocimiento -de la palabra primero, de la figura retórica después-, de la hipálage, por aquello que leí en la dedicatoria "A Leopoldo Lugones… De una manera casi física siento la gravitación de los libros, el ámbito sereno de un orden, el tiempo disecado y conservado mágicamente. A izquierda y a la derecha, absortos en su lúcido sueño, se perfilan los rostros momentáneos de los lectores, a la luz de las lámparas estudiosas, como en la hipálage de Milton. Recuerdo haber recordado ya esa figura, en este lugar, y después aquel otro epíteto que también define por el contorno, el árido camello del Lunario, y después aquel hexámetro de la Eneida, que maneja y supera el mismo artificio: Ibant obscuri sola sub norte per umbram (Iban oscuros bajo la noche solitaria por entre la sombra)". No fue fácil encontrar los versos en la Eneida a los que Borges alude, corresponden al canto VI, en la parte del descenso a los infiernos.

Lo más interesante de la dedicatoria de Borges es que está surcada de hipálages, la primera es la de la cita ya mencionada, las otras: ‘lámparas estudiosas’, ‘rostros momentáneos de los lectores’. En esta última, el adjetivo ‘momentáneos’ modifica al sustantivo ‘rostros’, pero la construcción lógica sería: “…se perfilan momentáneamente los rostros de los lectores…”.

Este último párrafo nos da, casi, una definición de la figura retorica; porque la hipálage consiste en ligar dentro de la frase palabras que no se adecuan ni semántica ni sintácticamente. El adjetivo no concuerda con el sustantivo adyacente por su significado literal sino por alegórico, simbólico o hermenéutico. De esta manera nos encontramos con una relación sintáctica nueva, que provoca el desplazamiento y enriquecimiento semántico del sustantivo y del correspondiente adjetivo y que, además, induce un efecto de extrañeza en el lector. Desde este punto de vista, la hipálage resulta una figura retórica próxima a la metáfora.

En la poética de Borges, la hipálage suele aparecer con bastante frecuencia y la instrumenta para crear atmósferas oníricas o irreales, donde los sueños, viejas historias y recuerdos se retroalimentan y confunden con la realidad.

En La muerte y la brújula leemos: "No hay que buscarle tres pies al gato - decía Treviranus, blandiendo un imperioso cigarro”, en vez de ‘blandiendo de manera imperiosa un cigarro’; "Reflexionó que la explicación de los crímenes estaba en un triángulo anónimo y en una polvorienta palabra griega", en este caso el adjetivo ‘polvoriento’ se aplica a un libro, quizás en una biblioteca, que nos remite a una palabra griega poco frecuente. En La lotería en Babilonia: "En una cámara de bronce, ante el pañuelo silencioso del estrangulador, la esperanza me ha sido fiel", en este caso, el epíteto ‘silencioso’ se desplaza del estrangulador, donde hubiera permanecido desapercibido, a ‘el pañuelo’, que pasa a un primer plano en nuestra atención y hace mas aterradora la presencia del estrangulador.

Otro ejemplo del uso poético de hipálages múltiples encadenada con sinestesia se observa en un pasaje de Sueño de una noche de verano (4:3) cuando el tejedor Lanzadera nos dice: "Los ojos del hombre no han oído, ni los oídos del hombre han visto, ni la mano del hombre podrá gustar, ni su lengua concebir, ni su corazón expresar lo que era mi sueño".

Otro ejemplo de hipálages dobles lo podemos ver en Las Soledades de Góngora (Soledad primera, versos 42-45):

"No bien, pues, de su luz los horizontes,

-que hacían desigual, confusamente,

montes de agua y piélagos de montes-,

desdorados los siente,"

En este caso la descripción del paisaje crepuscular que se le presenta al náufrago protagonista, ofrece a los lectores dos elementos reconocibles: las montañas y el mar. Pero aquí la descripción aparece distorsionada en su perspectiva, propone una visión no verosímil: mares de tierra y montañas líquidas. La imagen es muy acorde al clima del poema y con el estado espiritual del sobreviviente abandonado.

El abordaje de los textos clásicos o canónicos y el análisis de las figuras retóricas que frecuentan, además de enriquecer nuestra perspectiva como lectores a la luz de nuestra cosmovisión contemporánea, abre nuevos senderos para el anacronismo estético y pone a nuestro alcance nuevas posibilidades y herramientas estilísticas. Como escritores, estas lecturas, análisis y estudios son una variedad de la hipálage. Que ya bien lo dijo Quevedo en su soneto "Desde la torre", lugar muy apto para la observación y esto sería una metáfora:

"Retirado en la paz de estos desiertos,

con pocos pero doctos libros juntos,

vivo en conversación con los difuntos,

y escucho con mis ojos a los muertos".

 

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