La guerra declara Clara
Miguel Ortemberg escritor argentino
Literatura, relatos, poesía, literatura latinoamericana, novelas

Declara Clara la guerra al hambre

Deja a las seis a Noel en la guardería y al pasar por la esquina donde esperan los chicos narcos paga el peaje para entrar y salir del barrio, Calle 13 y Los horneros, Florencio Varela al fondo, al fondo de todo.

En el coche policial el oficial gordo y su ayudante flaco con cara de pajarraco controlan que todo esté bien, de acuerdo a lo negociado.

Declara Clara la guerra al ferrocarril.

Y se sube al vagón apretada, oliendo los alientos, sintiendo sentimientos, tacto y ajenidad. En ese horizonte negado, donde solo ve cabezas y cabezas, pierde su  intimidad, corre su mirada hacia atrás en los recuerdos, y las ventanillas cerradas dejan ver las casas de material, con techos planos de losa o inclinados de chapa ondulada  como las olitas de río de su pueblo. Y los palos de alumbrado, los árboles allí quietos, testigos de sus días de guerra.

Todos vamos a buscar algo a Buenos Aires, piensa… y esta noche después de volver en el tren,  voy a encontrar la sonrisa de Noel y sus manitas.

Declara Clara la guerra al tiempo

Ella sabe que se trata del presente, lejos del presente inmediato no se sobrevive, la nostalgia   mata almas, el deseo hierve huesos y la gente se queda sin fuerzas para luchar, sucumbe.

Declara Clara la guerra a Ignacio

Porque Ignacio trae comida y caricias, pero no siempre. Cuando está triste y sin trabajo Ignacio viene a pegar.

Declara Clara la guerra a los ateos

Porque ser ateo es un lujo que solo los que comen se pueden dar, en cambio ella tiene su estampita de la virgen…

Declara Clara la guerra a los usureros

Porque cuando se queda sin nada tiene que fiar

Declara Clara la guerra a los ladrones

Que salen a robar colchones, garrafas, ropa, radios, cacerolas, documentos, si sos pobre te roban lo que te falta.

Declara Clara la guerra al suicidio

Sabe que tiene ganas y ganas y ganas de descansar y piensa en Noel, en ella misma, en la fatiga sin esperanza. Quiere resucitar, despertar, salir de la claustrofobia, romper el cuadro, renacer.

Clara se mira al espejo y allí está ella, atrás Noel sentado en la sillita comiendo fideos con la mano y más atrás Ignacio y el resto de la casucha, la ropa sobre la cama y la mesita, la imagen de Jesús y la foto de ella pequeña, el rancho, el velador, la estufa. Todo eso en el espejo, adentro del espejo y afuera ella.

Declara Clara la guerra a la realidad y a la irrealidad de sus manos que la tocan y no la tocan, porque ya no están.

 

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