Una nota sostenida
Maria Claudia Otsubo escritora argentina
Literatura, relatos, poesía, literatura latinoamericana, novelas

(una lectura de espejismos  viajeros sin eternidad, de Nilda Barba)

Cuando finalicé espejismos  viajeros sin eternidad, el nuevo libro de poemas de Nilda Barba, precisé del silencio, ese mismo silencio que necesito al terminar de escuchar un magnífico concierto.

Es ese tiempo o espacio en el que, de algún modo, la música sigue resonando dentro de mí, a veces por mi propia voz que intenta balbucear la melodía; en otras, solo con el corazón ante la imposibilidad física de repetir lo escuchado.

En mi ignorancia musical, así adjetivaba la nota única, que yo percibía como suspendida en el aire cuando finalizaba el último acorde. Y de este modo relacioné el libro que había terminado de leer: desde el primer verso hasta el último, el poemario que había compuesto Nilda presentaba una tonalidad afinada y perfecta, y no dudé en decírselo cuando nos encontramos. "Tu libro es una bella nota sostenida".

Cuando me dispuse a escribir unas líneas sobre el poemario, enseguida me di cuenta de mi burrada ya que una nota sostenida no era lo que yo creía, sino que (y lo explico con mis palabras) refiere a un sonido alterado que se origina al subir medio tono sobre una nota original; es una nueva nota representada con un signo, que el interprete reconoce al leer la partitura. Que surja afinada luego, es otra cuestión.

Esta precisión (siempre se aprende algo nuevo) no me alejaba tanto, sin embargo, de lo que había querido expresar ya que la nota original del libro de Nilda había sido la palabra, bella y profunda por el solo hecho de existir y ser usada; y la nota sostenida era esa alteración que la poesía, en este caso de la autora, había logrado al generar un nuevo significante. Y esa irrupción se "sostenía", valga la redundancia, en todo el texto, porque además se había "pulsado" sin fisuras, sin altibajos.

Partiendo «desde este lado», como Nilda Barba escribe en su primer verso, hacia ese «desde el otro lado» con que inicia el último del libro. Con una mirada y un cuerpo -porque es todo el cuerpo el que debe atravesar el «azogue espeso y blando». Porque es todo el cuerpo el que se desplaza: «ese cuerpo tocado por el goce y el dolor/ ese cuerpo roto en fragmentos», para introducirse o introducirnos a través del espejo: «así ese cristal testigo de todo/que vela el reflejo».

La muerte, la finitud esbozada ya en el título «sin eternidad»; el tiempo y frente a él, la perplejidad y la memoria que se recupera sólo desde aquél otro lado; el otro lado como el espacio propio para poder reconocerse; el cuerpo, un cuerpo de mujer que se mira y se «desviste» para sumergirse en la hondura de su propio reflejo y un ir desde un «tránsito» a una «espera» en silencio, en soledad, una profunda soledad para «encastrar las piezas    armar verdades/ sin embargo    destinadas a mutar y desaparecer», son algunos de los temas abiertos en esa dimensión «al final del pasillo».

Regreso a mi silencio. Junto con Nilda he dejado ese otro lado, he regresado «a mí misma». Las palabras surgen como notas sostenidas que mi decir intenta de algún modo balbucear.-

Nilda Barba ha publicado libros de poesía: El cordón (2005), ¿por qué me gusta tanto? (2007), doctora jekyll y señora hyde (2009), como seda con la boca (2015) y al final del pasillo, 2016. Algunos de sus poemas fueron traducidos al alemán, al inglés y al catalán.

 

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