No sólo de problemas familiares, con quién pasar la Navidad, se llena el ambiente. El principal componente de las Navidades son los olores.
El olfato, uno de los sentidos más desarrollados en los animales, especie a la cual pertenecemos, es el que goza del verdadero festín.
Uno de esos estudios de los sesudos científicos norteamericanos, que estudian aspectos tan remotos como la relación entre el crecimiento de las uñas y los huracanes; han determinado que la vida, los deseos, el sexo y cualquier cosa que pergeñe el cerebro está influenciado por el 35% del imperio del olfato.
De esto, sobre lo que menos se reflexiona es el impresionante impacto sobre la memoria, todos tenernos esa sensación de un olor que conocemos de la infancia, no somos capaces de recordar nombres, caras, hechos, pero un olor puede traernos a toda una historia, que aceptamos como real, si es que el olfato ha intervenido en la evocación.
Por ello, oler, es, parece, lo más importante. No encontré ningún método para desarrollar el olfato, porque parece ser un órgano que viene entrenado, desde la genética, el olfato será interesante, bueno, malo, lo que sea, y eso determinara el destino de nuestros recuerdos.
Cuando mayor sea la capacidad de reconocer olores, mejor será nuestra memoria.
No es de extrañar entonces, que las principales agencias de publicidad intenten utilizar este conocimiento para inducir a la compra.
La mayoría sospecha que la creación de “día de…”, es una excusa comercial, pero se destina mucho dinero para algo que en algunos días aparece naturalmente, y ese día particular, parece ser la Navidad.
La Navidad huele a jengibre, tendemos a pensar, si nos lo preguntan, aunque el jengibre es un condimento poco utilizado en algunos países, en Argentina, particularmente, pero si hay algo que ha introducido el arte cinematográfico es que es una época en la que hay que oler a jengibre.
La memoria, es tan poderosa como el olfato, para algunos casos, ya que pensar en la navidad, recordamos olores, sabores, es poco probable que sea el jengibre, pero algún olor está involucrado.
Sin importar qué nombre se le de al olor que nos instala la Navidad, es un componente importante.
En mi caso particular, el olor que más se acerca es sencillamente a champagne, ya que en casa era la única vez que consumía esa bebida. Con los años, supe mantener la tradición y a mí, en vez de galletas de jengibre, la Navidad es olor a Champagne.
¿Y para vos?